Los republicanos consiguen una mayoría mínima pero suficiente para la votación de este sábado pese a las polémicas por las acusaciones de abuso sexual
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El proceso de confirmación de Kavanaugh, un juez federal de apelaciones de Washington de 53 años, proseguía su curso normal dentro de la batalla política habitual hasta el pasado 13 de septiembre por la noche, cuando la senadora demócrata Dianne Feinstein anunció en un escueto mensaje en Twitter que había trasladado al FBI “información” sobre Kavanaugh procedente de un “individuo” que reclamaba confidencialidad. A la mañana siguiente, la bomba estalló en la revista The New Yorker: esa información consistía en el relato de una mujer que aseguraba que el aspirante al Supremo la había intentado violar más de tres décadas atrás, cuando ambos eran adolescentes.
La profesora universitaria Christine Blasey Ford, hoy de 51 años, y Kavanaugh, acabaron testificando dos semanas después ante el Comité de Justicia del Senado. Para entonces, al menos dos mujeres más, Deborah Ramirez y Julie Swetnick, le habían acusado de otros abusos de mayor o menor gravedad. El juez lo desmentía todo con rotundidad. Estados Unidos revivía de repente septiembre de 1991, cuando la Cámara Alta escuchó el testimonio de otra mujer, Anita Hill, que señalaba a un entonces candidato al Supremo, Clarence Thomas, de acoso continuado. Thomas es hoy magistrado del Supremo y Kavanaugh tiene el camino despejado para serlo también.
Los republicanos cuentan con 51 de los 100 escaños del Senado. Y aunque una de sus senadoras, Lisa Murkowski, de Alaska, planea votar en contra; un demócrata, Joe Manchin, de Virginia Occidental, ha afirmado que lo hará a favor, así que cuentan con la mitad más uno de los legisladores que deciden. Podría dar la sorpresa el republicano por Oregon Steve Daines, que ha dejado caer esta semana que la sesión coincide con la boda de su hija y quizá no asista. Si ocurriese, en un empate 50-50 ganaría el pulso igualmente el Partido Republicano, ya que el vicepresidente, Mike Pence, intervendría a favor del conservador.
Las protestas, a lomos del movimiento Metoo contra el acoso, se han sucedido en los alrededores del Capitolio desde hace días, con 300 detenidos el jueves. Este sábado se esperan también concentraciones. Los republicanos defienden seguir adelante con el nombramiento porque no ha aparecido ninguna prueba que confirme la acusación de la profesora Ford, relativa a unos hechos de 1982, que Kavanaugh niega vehementemente. Los demócratas, mientras, consideran que la investigación llevada a cabo por el FBI, que se ha cerrado en menos de una semana, resulta incompleta, y que las contradicciones y la retórica contra los demócratas que el juez utilizó cuando testificó por el caso le inhabilitan para el cargo.
Los republicanos no querían correr el riesgo de perder este nombramiento, al sustituir al nominado por un perfil menos controvertido, ya que el 6 de noviembre se celebran las elecciones legislativas y podrían perder ese exiguo control del Senado. La confirmación de Kavanaugh culminará el giro conservador en el Supremo, con cinco miembros considerados como tal y cuatro progresistas. Kavanaugh sustituye a un conservador, pero más moderado, Anthony Kennedy, que se jubila. Kennedy resultó clave, por ejemplo, en 2015, cuando su voto legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el Estados Unidos.
El nombramiento de un juez en el más alto tribunal representa unos de los mayores ejercicios de poder presidencial, ya que se trata de cargos vitalicios con gran influencia de la vida de los estadounidenses. Trump ya ha tenido oportunidad de elegir a dos en dos años de mandato. El anterior fue el también conservador Neil Gorsuch, en febrero de 2017. Aquel debate en el Senado resultó un camino de rosas comparado con el actual. elpais.com