Hechos Puntuales
Por Tony Espinal
Desde las bases del PLD
La reelección presidencial resulta traumática en los países de América Latina. Existe el convencimiento de que un Jefe de Estado que haya obtenido dos mandatos consecutivos y ambicione un tercero podría convertirse en un presidente reeleccionista indefinido. Y más aún, la reelección indeterminada y la perpetuación del Ejecutivo conducen, inexorablemente, a un dictadorzuelo desprovisto de la sensibilidad humana e incluso consagrado tiranuelo carente de escrúpulos.
Ante todo, es pertinente que tengamos un concepto claro y preciso del vocablo reelección. En ese sentido, y tomando como base el criterio del profesor Dieter Nohlen, quien la define como: “el derecho de un ciudadano (y no de un partido) que ha sido elegido y ha ejercido una función pública con renovación periódica de postularse y de ser elegido una segunda vez o indefinidamente para el mismo cargo”. Tras el conocimiento justo del término seguimos con el relato.
Pero, como forma de frenar esa ansiedad presidencial desmedida de aferrarse a la administración pública, la mayoría de las constituciones de los países de la región prohíben la reelección presidencial. Sin embargo, los gobernantes en sus afanes de prolongar las sendas autoritarias inventan procedimientos de rediseños de la Ley de Leyes que auxilien sus tozudas actitudes de echar más allá, contra viento y marea, sus proyectos políticos reeleccionistas.
La obstinación es tan grande que lo zarandea y hace que pierdan la cordura. Por consiguiente, el doctor Alejandro Gaviria Uribe lo tipifica afirmando que: “la reelección presidencial desdibuja al estadista hasta convertirlo en un simple maximizador de votos. O un componedor de alianzas. O repartidor puesto. O despilfarrador del presupuesto”.
Las características puntuales y exactas formuladas por el politólogo y economista colombiano, Gaviria Uribe, contornan a los presidentes que aspiran perennizarse en el poder. En efecto, comprendemos mejor la aseveración antes citada con la juiciosa expresión del filósofo, político y escritor italiano, Nicolás Maquiavelo, “el fin justifica los medios”; un fin inconfesable, resbaladizo, aventurero y perjudicial para las sociedades.
El sistema democrático de la mayoría de los países de Latinoamérica se caracteriza por la escogencia de gobiernos alternos. Y como una manera de anticiparse a las vilezas e indignidades, los textos constitucionales, reitero, establecen la no reelección. No obstante, los candidatos tan pronto asumen las jefaturas de los gobiernos reforman las cartas sustantivas para eternizarse en el gobierno. Esto último conlleva, inclusive, a desgaste y a crisis, a la pérdida de legitimidad e impulsa a los pueblos levantarse y repudiar con vehemencia y energía en las calles las pretensiones continuistas de sus mandatarios.
A propósito de las disposiciones combativas de las naciones en contra de las decisiones de los ejecutivos de varios países del área de persistir en los cargos transgrediendo la voluntad de los pueblos. En ese orden nos dice el presidente del Ecuador, Lenin Moreno, lo siguiente, cito: “el poder, lastimosamente, es una droga que embriaga en exceso a la gente y hace que desee tener más cada vez y cada vez se vuelven más autoritarios, más confrontadores y más corruptos”.
Sin dudas, esta descripción del Ejecutivo Ecuatoriano es un traje a la medida que definen a los jerarcas Latinoamericanos que pretenden modificar la constitución para satisfacer sus intereses personales y grupales sin medir las consecuencias. Pero es bueno que sepan que los pueblos no son borregos y mucho menos idiotas.
En ese orden, el perfil del Presidente Horacio Cartes, de Paraguay, evidencia esta particularidad. Pues consciente del impedimento para optar por un segundo mandato se empleó a fondo para obtener su objetivo. Sin embargo, la constitución establece en su artículo 229, cito: “El Presidente de la República y el Vicepresidente durarán 5 años improrrogables en el ejercicio de sus funciones. No podrán ser reelectos en ningún caso”. Es claro que si cartes y otros quebrantan la Carta Magna, aun por medios constitucionales, lo hacen contrariando el espíritu del Estado.
Los paraguayos, bajo el lema “no a la reelección”, acudieron masivamente al Congreso para protestar y expresar su indignación por lo que consideraron una manipulación grosera e impolítica de las reglas del juego. La movilización opositora a la pretensión reeleccionista de Horacio Cartes concluyó con la quema del Parlamento, un muerto, 200 detenidos y varias decenas de heridos. Por lo cual, el presidente se vio en la inaplazable obligación de advertir al país que NO se presentará en las elecciones del 2018.
Todavía más, los presidentes de Bolivia y Venezuela se niegan a abandonar los cargos; mientras que Rafael Correa, ex gobernante ecuatoriano lo secunda. “¡REELECCION O MUERTE!”, es la consigna de Evo Morales, Nicolás Maduro y Correa. Este último aspiraba regresar a la presidencia pero un referéndum rechazó la reelección indefinida aprobada por el propio Correa en su gobierno. Su objetivo era volver a la presidencia para envejecer en la misma.
Asimismo, el entonces presidente de Honduras, Manuel Zelaya, convocó a los hondureños a depositar una papeleta para saber si estaban de acuerdo o no con cambiar al artículo de la Constitución Política que impedía la reelección. Esta no se concretó y fue el argumento de los militares y políticos reaccionarios para sustentar el golpe de Estado.
Así sucede en todos los países cuyos presidentes se convierten en costureros o remendadores de trajes constitucionales a sus medidas. Cuidado con eso que ha traído desasosiego y trauma a las sociedades de América Latina. Sobre todo, porque las instituciones son débiles y se exhibe una conducta lisonjera y aduladora de rendir culto a la personalidad. ¡CUIDADO CON LA REELECCION PRESIDENCIAL QUE CONSTITUYE UN PELIGRO INMINENTE PARA LATINOAMÉRICA!