El dictamen del fiscal especial Robert Mueller, que imputó a 13 ciudadanos y a tres entidades rusas por interferir en los comicios de 2016, contiene evidencia contundente acerca de la estrategia del Kremlin y su impacto
Desde hace tiempo hay indicios muy claros de que Rusia trató de interferir en la campaña electoral de 2016, que terminó con un triunfo de Donald Trump sobre Hillary Clinton en las elecciones presidenciales. El interrogante, hasta ahora, era si se podía asegurar que esos intentos habían sido exitosos.
El dictamen del fiscal especial Robert Mueller no deja lugar a dudas. No se puede saber si el ganador habría sido otro de no haber sido por la intervención rusa. Sería una conclusión contrafáctica. Pero sí se puede saber que alteró la conducta de al menos parte de los votantes, lo que evidentemente impactó en el resultado.
Lo primero que puso en evidencia Mueller es la magnitud de la inversión realizada por las instituciones rusas vinculadas al Kremlin que intervinieron en la campaña. El fiscal sostiene que fueron decenas de millones de dólares, que financiaron actividades desarrolladas sistemáticamente durante años.
La base de la operación fue la creación de identidades virtuales falsas. Los personajes que militaran en la web no podían ser rusos: debían parecer estadounidenses. Para ello, hackearon cuentas de correo y robaron números de documento y de seguridad social, para crear perfiles de ciudadanos americanos fantasma.
Con esas identidades virtuales hicieron mucho más que diseminar noticias falsas. El dictamen afirma que el objetivo fue crear un ambiente informativo capaz de redireccionar la mirada del público.
Pero no de cualquier público. Se trató de un trabajo casi personalizado. Los hackers rusos se focalizaron en ciertas comunidades que veían con potencial para sus objetivos, y trataron de intervenir directamente sobre ellas. infobae.com