Por Luis González Fabra
De los múltiples problemas que un ciudadano tiene afrontar en el diario vivir en nuestro país el vial es uno de los más acuciantes.
En esta ocasión no me refiero al congestionamiento del tránsito ni a las imprudencias e indecencias cometidas por conductores de vehículos públicos y privados, me refiero a los inefables motoristas que como plaga salvaje pueblan las calles de las ciudades, las carreteras y hasta los callejones.
El tema de los motoristas es grave aunque las autoridades no le otorguen esa categoría quizás muchos no lo perciban de esa manera.
No obstante, los números, que no mienten, nos dicen que sesenta y cinco por ciento de los fallecidos por accidentes de tránsito en el país son motoristas. Y eso, no es poco.
Ese dato trágico que señalamos no indica, sin embargo, los accidentes causados por la manera de conducir de los motoristas y su increíble capacidad para transitar haciendo piruetas entre los vehículos que transitan en las calles.
De tanto bregar con la cotidianidad llegamos a acostumbrarnos y hasta a aceptar como natural acciones y situaciones que ocurren a nuestro alrededor y nos ponen en peligro a nosotros y a otras muchas personas que usan la vía pública.
Los extranjeros que nos visitan se asombran de la peligrosidad del tránsito y la forma como nosotros vadeamos los inconvenientes en el minuto a minuto en la calle.
Hace unos días estuvo en el país el señor Jacobo Díaz, director general de la Asociación Española de la Carretera y Presidente del Instituto Vial Iberoamericano.
Este nativo de España parece que se espantó cuando salió a la calle en la Capital. Se apresuró a sugerirle al Presidente Danilo Medina que “asuma el tema de la seguridad vial como política de Estado”. Y tiene razón.
Somos el segundo país, de los 182 pertenecientes a las Naciones Unidas, con una tasa de 41.7 % de fallecimientos por accidentes de tránsito, sólo superado por la isla Niue en el Pacífico, con 68.3 %, según una reseña periodística del Listín Diario.
De acuerdo con el Ministerio de Interior y Policía, 2,122 personas perdieron la vida el año pasado, víctimas de accidentes de tránsito.
El experto español se asombra y dice que es “inconcebible” que a quienes circulen en motocicletas haya que explicarles las razones por las que deben utilizar el casco protector, y no advertirle que si no lo utiliza será sancionado. Por supuesto, este visitante ignora dos cosas: una, que este es un país sin régimen de consecuencias y dos, el negocio que funciona dentro de la policía nacional con los cascos de los motoristas.
El asombrado experto asegura que España redujo la mortalidad vial en un 50 por ciento en diez años. Y lo hizo controlando la ingesta de alcohol y enfatizando el uso del cinturón de seguridad. Pero nadie le informo a este buen hombre que aquí hemos comprado dos veces los alcoholímetros, los compro Interior y Policía en tiempos de Franklin Almeida y ahora anuncio la adquisición el INTRANT. Pero no se usan.
El bien intencionado pero despistado experto finalmente considera que tenemos que aplicar de manera sistemática inspecciones de seguridad vial en toda la red de infraestructura para determinar las causas reales de los accidentes en calles y carreteras del país.
No es de extrañar que en los próximos días veamos que una entidad española nos ha otorgado un crédito de unos cuantos millones de euros para hacer esas “auditorias viales” y conocer porque miles de dominicanos mueren cada año mientras manejan vehículos de motor.
Pienso que sería mejor aplicar la hace poco promulgada nueva ley de tránsito y poner a funcionar con eficiencia al nuevo Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) que se creó para aglutinar a varias oficinas públicas dedicadas al mismo tema y a la vez poner en práctica una serie de planes y programas que incidirían en una mejora sustancial del tránsito. Nada de eso ha ocurrido.
Mientras las autoridades lucen empantanadas en el tema de la seguridad vial el peligro no se detiene y cada da es peor la situación tanto en las carreteras como en las ciudades.