Luis González Fabra
Los movimientos sociales surgen para producir cambios en un momento específico.
No tienen fechas para ocurrir.
Los pueblos saben cómo y cuándo manifestarse. No es cuando algunos pretendidos líderes digan. No. Es cuando el pueblo en su conciencia sienta que es el momento de movilizarse y reclamar.
Es frecuente el comentario de que los dominicanos estamos adormecidos. Anestesiados por las inyecciones de clientelismo del gobierno. O comprados por prebendas de cualquier naturaleza.
No es exactamente así.
Las tres grandes epopeyas de los dominicanos son un buen ejemplo. Los haitianos tenían por seguro que después de veintidós años de opresión los dominicanos no seriamos capaces de separarnos de ellos y constituirnos en Nación. Y Duarte y sus compañeros demostraron que si podíamos.
Santana y su corte de hateros pensaron que vendiendo nuestra soberanía anexándonos a España no había posibilidad de cambiar aquella ignominia porque vencer a un ejército imperial organizado y bien armado como el español no parecía alcanzable. Gaspar Polanco, Luperón, Santiago Rodríguez, Espaillat, Salcedo y miles de dominicanos humildes hicieron posible lo que parecía imposible. Y los españoles salieron de nuestro territorio derrotados sin poder consolidar su hegemonía. Santana fue a parar al zafacón de la historia, de allí lo recogió Balaguer para llevarlo al Panteón Nacional, donde no merece descansar.
El triunvirato de Donald Read Cabral estaba muy seguro de tener todo amarrado para que la oligarquía criolla golpista continuara en el poder. Nunca pensó que teniendo el apoyo de las fuerzas armadas a alguien se le ocurriría desafiar su poder. Y se equivocó. El 25 de abril del 1965 el pueblo se lanzó la calle y se inició una revuelta que se convirtió en guerra patria cuando los norteamericanos desembarcaron en nuestro territorio miles de marines para cercenar la voluntad de un pueblo que defendía su derecho a vivir en democracia.
Ahora el partido de la Liberación Dominicana detenta el poder y sus dirigentes parecen confiar ciegamente en que nadie les expulsara del gobierno aunque sus veinte años de gobierno estén manchados de corrupción, abusos de poder, politización de la justicia, desorden institucional, ineficiencia migratoria, destrucción del sector salud, control de la Cámara de Cuentas, control de las altas cortes y si continuo enumerando no termino.
Y como creen ciegamente en que nadie les sacara de la burbuja de oro que ellos mismos han construido, se espantan cuando el pueblo comienza a reclamar dejándoles saber que se acabó el tiempo de la paciencia.
Las demandas de los transportistas con respecto a los precios de los combustibles las comparte la ciudadanía. Es un abuso de marca mayor que cada viernes (caso único en el mundo) aquí se varié el precio de los carburantes para seguir elevando su precio a niveles insostenibles para la población.
Estamos pagando más de cien pesos de impuestos por cada galón de gasolina que consumimos. Para qué? Para sostener un gobierno con una nómina de más de 700 mil empleados de los cuales el 50 por ciento o más son botellas que no producen ni hacen nada, pero son de los intermedios del peledeismo. Para enriquecer a una mafia constructora que sobrevalua las obras del estado y reparte como beneficios el fruto de su robo. Por ejemplo el hospital Darío Contreras y el testimonio de la renuncia del Director General de Salud. La mafia de las importaciones agrícolas nunca se ha detenido en este gobierno. Por la frontera pasa de todo: armas, vehículos, seres humanos. Menos ajo. El comercio está lleno de productos agrícolas importados.
Las movilizaciones, paros y demandas van a seguir y no hay operación Huron que las pare, sencillamente porque la capacidad de aguante de nuestro pueblo está siendo desafiada por el gobierno mientras la paciencia popular se termina.
Si no escuchan ni ven, no podrán darse cuenta que el desenlace está a la vuelta de la esquina.