Por Luis González Fabra
Al cumplir el primer aniversario de su segundo periodo el Presidente Danilo Medina tiene muy poco o nada que exhibir que no sea el agravamiento de la situación nacional en términos económicos y sociales.
La inseguridad ciudadana es un tema no resuelto. Las calles de cada ciudad del país siguen siendo peligrosas para todo el que se aventure a transitarlas.
El gobierno ha lanzado por lo menos tres planes diferentes para disminuir la criminalidad callejera. Ha fracasado en todos.
El desorden en el gasto público sigue su curso. El destape de los cuatro mil supuestos maestros nombrados en el Ministerio de Educación es prueba fehaciente del desastre administrativo que prevalece en este régimen.
Lo mismo o algo muy parecido ocurren en otros ministerios. Las nóminas están sobrecargadas de gente que no realiza ninguna función.
Se estima que le empleomanía gubernamental está por encima de los setecientos mil empleados, con un cincuenta por ciento bajo la categoría de “botella” y otra parte que se aparece donde lo nombraron solo una vez al mes a cobrar un salario que no ha trabajado.
La política migratoria es indecisa. Fluctuante. Oscilante. Vacilante. El Presidente en su primer periodo hablo fuerte en el extranjero y todos aquí creímos que sus palabras se harían realidad. No ha sido así. El país está lleno de extranjeros ilegales. El control fronterizo es una ficción. Y para colmo ahora acepta la intromisión de una agencia del sistema de Naciones Unidas en el manejo del registro civil.
El deterioro en los servicios públicos de Salud está causando serios inconvenientes a miles de familias sin acceso a otros espacios de salubridad. Con cincuenta y seis hospitales cerrados por remodelación y muchos de los que están abiertos bregando con carencias que van desde equipos hasta medicamentos esenciales.
La corrupción y l impunidad no se detienen en el gobierno de Medina. La probada sobre valuación del Darío Contreras. La mafia corrupta que manejo OISOE hasta que se suicidó un ingeniero. La compra de solares a sobreprecio en Educación. La venta de terrenos del CEA. Las nóminas públicas infladas. La Cámara de Cuentas publica auditorias que demuestran el mal uso de los recursos del Estado. No pasa nada.
En lo económico el déficit fiscal nos asfixia. En estos momentos es el 2.4 del PIB. El gobierno aumenta la deuda externa para financiarlo. Debemos más de 39 mil millones de dólares. .
El grupo importador que funciona dentro del gobierno ha causado que importemos 13 mil 953 millones de dólares cuando solo exportamos 9 mil 860 millones de dólares, (se exceptúa a las zonas francas) para una diferenta de 4 mil 53 millones. Ese déficit comercial es revelador del poco interés oficial en la producción nacional.
Las instituciones fundamentales del sistema democrático languidecen. La corrupción y la manipulación campean en la justicia organizada y blindada para garantizar la inexistencia de un régimen de consecuencias.
El tribunal Administrativo emite sentencias que no cumplen las Fuerzas Armadas ni la Policía cuando se trata de reintegrar personal que fue separado de sus filas. Las oficinas públicas y los ayuntamientos no respetan la ley de Administración para así negar la compensación por liquidación a los empleados que cesan en sus funciones.
En cinco años invirtiendo recursos el gobierno no ha sido capaz de eliminar el analfabetismo. La costosa ineficiencia de ese programa es tanta que nunca se conocerá cuánto cuesta cada alfabetizado.
Nos gobierna un grupo que sigue las orientaciones dejadas por el delincuente brasileño Joao Santana para el manejo mediático a través de los medios de comunicación creando una ilusión de bienestar que no existe en la realidad.
Los próximos tres años de gobierno peledeista no auguran nada mejor a lo que ha pasado en este primer año.