Por María Nicaury Ureña
“Yo solo sé que no se nada” es una famosa frase atribuida al filósofo griego Sócrates que refleja lo consciente que estaba de su propia ignorancia.
Entre los mensajes de la expresión, se refleja no que no haya sabido nada, en el sentido amplio de la palabra, sino que dentro de todo lo que ya sabía, aún le faltaba mucho por aprender. Ni en el final de su lecho de muerte le fue posible responder a todas las cuestiones que le surgieron a lo largo de su vida.
Este dicho busca asumir que el ser humano no tiene la verdad absoluta, sino que es de importancia tener la disponibilidad y la voluntad de adquirir nuevos conocimientos sobre diferentes tópicos.
Desde que el ser humano nace está constantemente ilustrándose, porque la vida se basa en un aprendizaje continuo; primero se aprende a hablar, a andar, a expresarse correctamente, realizar bien las cosas y demás, sin embargo, al mismo tiempo en que algo nuevo se comprende y las preguntas se responden, surgen nuevas cuestiones.
En comparación con el sabio que reconoce que aún tiene mucho por instruirse de los demás y busca nutrirse de la sabiduría que posee los de su entorno, con el objetivo de ampliar su saber y ganar nuevas perspectivas dado que un tema puede verse de distintos puntos de vista, el ignorante cree saberlo todo, tener la razón y rechaza lo que difiere de sus percepciones sin cuestionar lo que cree “correcto”.
Creer que nada se necesita aprender, es negarse la posibilidad de reforzar lo que “ya sabe”, La frase “Yo lo sé” en ocasiones resulta necesaria dejarla a un lado ya que siempre habrá algo que se desconoce incluso, dentro de lo conocido.
En consideración de todo lo expresado anteriormente, instruirse puede ser una forma de vida, con lo cual el individuo debe de admitir que no es bueno en algunas cosas y encontrar disponibilidad para formarse y mejorar cada día y también a pesar de poseer erudición sobre algún asunto, pueden ampliarlo a través de las ideas de otras personas.
El hecho de aceptar que los conocimientos no tienen límites, que no todo está plasmado o dicho, es lo que realzan a los sabios o personas inteligentes de los otros.
Todos sabemos y algo conocemos, pero a la vez, somos ignorantes ante los continuos avances que la investigación y la vida ofrecen.
Es necesario reconocer las habilidades que se poseen, pero nunca utilizar estas como una barrera que impida seguir reforzando lo que ya se tiene. El ser humano no debe conformarse nunca, ha de investigar y reconocer que siempre habrá novedades por descifrar, mucho por aclarar y bastante por descubrir. Lo importante no es considerar que nada se sabe, es comprender que nunca existirá un suficiente y un más siempre será mejor.
Periodista Reside en Santiago.